Sucedió
el mes pasado. Desde la Diputacion Foral de Gipuzkoa requirieron
por burofax a Markel Olano unas facturas de Bidegi que no aparecían y
que aparecerían al dia siguiente de requerirse. Lejos de no dar mayor
trascendencia a un hecho del que nadie hubiera tenido noticia el PNV,
Egibar y Olano, optaron por soltar en rueda de
prensa que Bildu y su diputación se comportan como la Stasi.
Posteriormente reincidirían en esta afirmación y ademas el mismo Egibar
añadiría que Bidu esta permanentemente con la vista puesta en el espejo
retrovisor.
No es necesario comentar que es precisamente el PNV quien reclama dia si
y dia también a Sortu una “revisión” critica del pasado y otras cuestiones referidas a la extinta lucha armada.
Si creo, en cambio, necesario repasar un poco que problemas ha tenido ese
partido, el PNV, con los temas de espionaje político.
La
historia, aunque conocida, viene de atrás, de muy atrás y curiosamente
de la mano de un alemán, no de la Stasi pero si de los servicios
secretos de, los entonces, enfrente. Hans Josef Horchem miembro de una
de las ramas de los servicios secretos de la RFA, juez jefe del servicio
de defensa de la constitución en Hamburgo, según
algunos un nazi rehabilitado; fue presentado a Xabier Arzallus como el
ingeniero que necesitaban los amateur ertzainas, los Ekinzales de
entonces. Horchem un convencido anticomunista tenia claro que la única
manera de blindar los servicios policiales de las
posibles y perniciosas influencias políticas era infiltrándolas,
pudriéndolas políticamente, en definitiva hacer de esa policía una
policía al servicio de un partido de orden, el PNV. Pero sobre todo la
idea principal era que el PNV debía contar con una policía
propia, un grupo de personas seleccionadas por su ideología Jeltzale a
prueba de bombas y que respondiera en primer lugar al partido y en
segundo lugar a nadie mas, serian mantenidos por el Partido y al
guardarían fidelidad. A este equipo se le llamaría El
Club. Horchem pasaría casi tres años asesorando al gobierno vasco. Mas
tarde saltaría el escandalo de los AVCS un grupo dedocraticamente
escogidos de entre los policías y que se encargarían de todas las
operaciones de inteligencia en un caso de doble militancia
que haría las delicias de Garzon.
Pero
me desvió del espionaje político. Tenemos el plan aportado por Horchem
de un núcleo duro, el Club, de aguerridos militantes jeltzales y/o
policías autónomos, que debían obediencia al Partido antes que al
gobierno. Tenemos los policías, los AVCS, adjuntos a la viceconsejeria
de seguridad y ahora vamos con el espionaje. Y ya tenemos
las escuchas.
Era
1986 y el PNV echaba humo en torno a los disidentes liderados por el
lehendakari Garaikoetxea, asi que el Club, siempre el club, Javier
Aguirre y Miguel Campoy Amores, se planto en la central de Telefónica de
Zarautz con una supuesta orden judicial para pinchar el teléfono a unos
narcotraficantes. Naturalmente el teléfono pinchado
por Javier Aguirre fue el de Carlos Garaikoetxea, desviado a otra línea
en un inmueble donde Ramón Martín Epalza coloco una grabadora. Para que
no falte nada tenían un plan B, desviar la línea a otro numero donde
también se habia colocado una grabadora, el
numero pertenecía a la esposa de un guarda forestal que sin embargo
tenia acceso concedido por escrito a cualesquiera vehículos del parque
móvil de Interior, el guarda se llamaba Javier Zumalde Romero, algunos
le llamaban El Cabra.
La
operación fue una chapuza tanto técnica, Epalza dio a Aguirre un numero
errado, como política. En Agosto técnicos de Telefonica descubrieron el
pinchazo e informaron al gobierno vasco y a Garaikoetxea.
En
un primer momento el PNV se dedico a despejar balones insinuando que
era
todo un montaje del ex lehendakari, el propio Retolaza seguiría
manteniendo hasta su muerte que fue un montaje. Mas adelante llegarían a
querellarse por este caso contra Garaikoetxea y Montxo Doral.
Tirando
del hilo se descubrió el pastel y Epalza canto como un canarito,
acuso a sus superiores Joseba Goikoetxea Asla y Luis Maria Retolaza,
consejero de interior, de haber ordenado las escuchas. A Epalza le
llovieron presiones de todo tipo, siendo la mas habitual la de acusarle
de simpatizar con EA.
Cinco
años después se celebro el juicio, el Cabra salía de los juzgados
cabreado,
precisamente, porque según el los periodistas “tienen la maldita
costumbre de meterse conmigo, porque yo fui quien mato a Carrero
Blanco”. En esta alegre biribilketa se movían los acusados.
Epalza, por ejemplo, detallo las reuniones que en el chalet de Retolaza en
Bakio se mantuvieron para preparar la operación.
Javier
María Aguirre Querejeta Joseba Goikoetxea Asla y Ramón Martín Epalza
Solano fueron condenados a un mes y un dia de prisión y a inhabilitación
especial de seis años y un dia, prohibiéndose expresamente la
incapacidad para desempeñar el empleo o cargo que tuvieran en el momento
de comisión del delito asi como cualquier otro análogo.
No
seria el único caso, años mas tarde y ya cerradas las heridas de la
escisión
que llegaron hasta el Club se espiaría a Iñigo Iruin, abogado de HB.
Después de un rocambolesco sumario que apuntaba a Montxo Doral el asunto
se cerro cuando ETA le mato en 1996.
Y
asi, entre otros turbios casos llegamos al caso Telleria en el que el
acusado
afirma que todo lo que a el llegaba eran anónimos y de ninguna de las
maneras informes de espionaje. Ya. En 1997 tras un atentado en Donosti
la Policía Nacional detuvo a Fernando Elejalde, al que le dieron una
paliza tan pronto como llego a comisaria. Los policías
se escudaron en que durante la detención hubo un violento enfrentamiento
entre el arrestado y dos policías. Por esas casualidades de la vida la
detención fue fotografiada por la ertzaina y Egibar, apenas 48 horas
después tenia esas imágenes que le habia pasado…
nadie. Un anónimo, aparecieron en su buzon, ya.
Luego,
Olano o Egibar tendrán la caradura de hablar de espionaje político
cuando son ellos, son su Club o Ekintza o como le quieran llamar quienes
no dudan en pinchar los teléfonos a su gente, a la oposición o a quien
sea que el partido señale. Pocas bromas con esto.
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